Laredo, escala entrañable en el camino

En el pasado, normalmente, cuando llegaba el mes de agosto y, con planes o sin ellos, nos movíamos por España o más allá de nuestras fronteras para conocer ciudades, paisajes llamativos, playas sin mucho sol, montañas cercanas a casa de amigos o familiares. Salíamos sin pensar mucho, solo llevábamos en la mochila el chip del «disfruta el momento”. Creo que lo hemos conseguido, aunque al hablar en plural, necesitaría un aprobado adicional de mi Rosita. Ahora, en estos tiempos, es diferente; ha llegado agosto y, si no es por el calor que estamos teniendo, no vería diferencia con el mes de julio o de junio o de mayo o de… Estoy de ¿vacaciones? permanentemente. Para distinguirlo, me queda mirar a las personas que me rodean en el día a día y si ellas están de veraneo, entonces ¡yo también!

A pesar de esta nueva realidad, me gusta pensar que voy a hacer algo diferente, aunque no tenga que volver al trabajo después de haber viajado, desconectado y disfrutado. Este año, iremos al norte de España; en Badajoz, hace mucha caló en agosto. Este año lo hemos visto en todos los termómetros de la casa, el campo y la ciudad, y sufrido y vivido en cada célula del cuerpo. Como nos gusta quejarnos mucho, lo narramos como si fuera el más caluroso de nuestras vidas.

Teníamos preparado el viaje norteño para ver nadar al caballero Jaime, un retador de esos grandes que va a dedicar 25 horas a dar visibilidad a la ELA. El día 10, con algo de calma, iniciamos el viaje desde Cáceres e hicimos la parada en el camino, en Laredo, en casa del amigo Fernando Valbuena. Buen sitio, buen clima, buena ubicación de la casa… Un cambio total que nos gratificó enormemente.

Al llegar por la tarde, tuvimos la fortuna de saber que el Conjunto San Antonio, compuesto por entrañables amigos extremeños, tocaba en un pueblo al lado de aquí; no lo pensamos dos veces, nos fuimos a verlos cantar en vivo y en directo.

No solo por ver a Txema, el guitarrista amigo, sino también a su mujer, la gran Pilar Coslado, que venía al norte necesitada de vacaciones. Aprovechamos bien el momento concierto: juntarnos a bailar todos, incluso a tomar las «copas» que nuestros cuerpos nos permitían, jeje, …

Como los planes improvisados nunca vienen solos, nos animamos a visitar y conocer Santander todos juntos, al día siguiente. Algunos, madrugamos para desayunar en el Faro. Las vistas son preciosas desde allí. Un clima fresquito que nos animó a sentarnos al sol, sin rebeca ni sombreros. Luego llegaron Pilar y Txema, y con Txema como piloto y Valbuena como guía turístico, recorrimos los lugares más bellos de la ciudad. La comida, en un hotel precioso, el Bahía, donde me facilitaron una percha alta y grande para tomar mi batido alimenticio en grupo, sin poner ninguna pega a algo tan «raro», incluso me animé a tomar una caña. El ambiente era buenísimo, se estaba muy a gusto y la conversación era estupenda. Yo alternaba la gesticulación con el uso de mi app para poder hablar y se me escuchaba. Solo pasamos un momento negro: nos llevamos un susto cuando al tomar un trago de la cervecita se me bloqueó el sistema respiratorio, no era capaz ni de toser, ni de tragar ni de respirar. Con la ayuda de Txema, dándome suaves palmaditas en la espalda, de Valbuena, que se despachó a gusto dándome un buen golpetón, y mi convencimiento de que se pasaría, conseguí salir del bloqueo y seguimos disfrutando del momento. Creo que será mi última cerveza.

La tarde, más tranquila, paseando por la ciudad y por un centro comercial buscando equipamiento para lanzarnos al agua el día del reto de Jaime y nadar a su lado lo que nos permitan las energías del momento. ¡Lo encontré! Equipado estoy.

Para la cena, buscando pescado fresco nos fuimos al puerto. Allí vimos la puesta de sol en un escenario único, donde la guapa se dejó hacer esta foto tan preciosa como ella. El mucho humo de las parrillas, nos hizo cambiar de lugar y acercarnos al centro de la ciudad, a tomar copas y tapas en los bares más concurridos. Todo Santander estaba en la calle, los bares llenos hasta rebosar, las heladerías con cola y las terrazas, repletas de gente. Allí nos dio la una de la mañana en nuestros relojes, y el móvil nos dijo que habíamos caminado unos 8 kilómetros, sin contar todos los que hicimos en coche.

Domingo, día laredano, Amaneció y me animé a probarme la equipación comprada para la nadar en el mar; me puse las zapatillas náuticas y la camiseta de fibra protectora y me di un paseo por la playa, sin conexión con el mundo (quiero decir, sin móvil), pero con mucha gente paseando por la playa. Marea baja. El agua, me acogió bien, aunque estaba fresquita aún, y por eso había poca gente bañándose. El frío no me desanimó y nadé un poco. Veo que todo funciona bien, así que veremos qué pasa los días 14 y 15 en el momento del reto de Jaime en San Sebastián. Las incertidumbres me acosan; aunque algunas las vamos despejando mirando el móvil: la temperatura va a ser buena esos días. Los acompañantes que se han animado, son bastantes, por lo que los riesgos se reducen. Por la tarde, como no podía ser de otra forma, estando en esta tierra tan bonita, fuimos a realizar algo de turismo de campo y espiritual. Visitamos iglesias simbólicas de Cantabria, incluso fuimos a ver a la patrona, La Bien Aparecida.

El lunes, terminamos esta primera parte del norturismo-amigo dando una vuelta por el centro histórico de Bilbao; también se unieron Txema y Pili y, entre otras muchas cosas, conocimos uno de los bares más antiguos de España, creado un año antes que naciera nuestro querido CDBadajoz 1905, con una decoración de esa época y unas tapas que les encantaron a todos. A mediodía nos despedimos de Fernando Valbuena y seguimos ruta a San Sebastián. Por delante el reto MarELA18 de Jaime Caballero, uno de los creadores de la asociación que tiene en su nombre una de las palabras que más utilizo en mi vida: Siempre #adELAnte.

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