Los segundos viernes de cada mes impar, solemos reunirnos, un buen grupo de amigos, que nos autodenominamos los PNLs. Esta peculiar denominación tiene su razón de ser en que nos conocimos, la mayoría al menos, realizando hace diez años un curso de Programación Neurolingüística. Se fraguó una buena amistad entre nosotros y la mantenemos viva.
Un buen día, decidimos realizar juntos una parte del camino guadalupeño que, en lo que el amigo Jaime Ruiz Peña bautizó como Marcus Fraternitatis. Esto me convirtió, de alguna manera, y sin yo quererlo, en protagonista, así que, agradecido, asumí con mucha ilusión el encuentro y lo que pudiera traer.
Guadalupe está a más de doscientos kilómetros de Badajoz. Queríamos empezar la peregrinación a las once y once de la mañana del día once del mes once. Salimos de Badajoz a las ocho de la mañana. Nuestro medio de transporte ha sido un microbús, que se fue llenando de PeNeLeros en Mérida, Torrefresneda y Trujillo, sumando un total de veinticuatro asistentes, incluyendo un hijo y un nieto, además de algunas parejas. Cada vez que subía un grupo al bus, le dábamos la bienvenida con la canción a la Virgen de Guadalupe, que grabó en directo desde Guadalupe el buen amigo Felipe Moreno. Él, vive en Irlanda, y cuando vino a Guadalupe, vestía la camisELA verde y la del Club Deportivo Badajoz 1905, dos lazos que nos unen. Al escuchar la canción todos nos emocionábamos y juntos la coreábamos (cada uno a su manera, claro está).
Iniciamos el paseo otoñal casi a la hora fijada, disfrutamos mucho del recorrido, con Jaime a la cabeza, cual perfecto guía que nos ilustraba y conducía nuestros pasos y nuestras miradas.
Normalmente, hace un año, yo hacía más de 20 kilómetros por día y no me agotaba. Ahora cada paso me suponía un esfuerzo, tenía que evitar tropezarme, controlar mi respiración y procurar que la saliva no me atragantara. Estamos en otoño, las hojas caídas estaban húmedas y una de las que pisé me hizo resbalar. Caí, aunque pude apoyarme con la mano derecha y no hacerme mucho daño. Rápidamente se acercó Ángel Fanegas, que era el peregrino más cercano y me levantó en un segundo, así que mi mujer ni se enteró de que me había caído, jeje,..
La entrada en la plaza de Guadalupe, fue de vivas emociones. Todos vestidos de verde esperanza, con nuestras camisELAs, cantando mientras la gente que estaba disfrutando en las terrazas nos aplaudía y coreaba nuestras canciones.
Estuvimos un ratito en la Iglesia para ver a la Virgen de Guadalupe que, casualmente, estaba vestida de verde también. ¡La esperanza es lo último que se pierde! En la hospedería del monasterio teníamos preparada una mesa para comer juntos. Yo, como “ya no le tengo aPEGo a la comida” con cubiertos, volví al menú que mi endocrino me tiene recetado para todos los días, aunque hoy envuelto en el aroma de las buenas morcillas de Guadalupe y con la copa de cervecita cerca para poder brindar y humedecer la lengua, jeje, …
La fraternidad que nos une y la invitación de Jaime, me llevó a dirigir unas palabras con mi altavoz, que fueron muy bien recibidas. Las dejo aquí:
Hola amigos:
Animado por el tour operador espiritual guadalupeño o frater minor Jaime, me toca ahora hablar a mí, con este mono tono de voz que tanto os gusta escuchar jeje y que a mí me permite comunicarme en estos tiempos que ha tocado vivir.
Desde que nos conocimos en un curso de formación de PeeNeeLe, llevamos casi 10 años andando este camino de fraternidad. Camino que hemos ido construyendo y alimentando entre todos, paso a paso y que (como buenos hermanos) aún seguimos haciendo y celebrando, aportando cada día y cada uno un bastón poderoso en el que sujetarnos ante las irregularidades del camino.
La amistad y la familia son palabras que se alimentan entre sí. Se construyen la una con la otra, se edifican la una sobre la otra y juntas compactan el terreno que ahora pisamos: La fraternidad.
En mi caso, os siento a todos como una familia cercana que me ayuda a emprender este camino , apoyado en un bastón que se nutre de esta fraternidad, que nos permite continuar juntos hacia adelante. Hace año y medio que nos lanzamos a recorrer el camino de Santiago y alcanzar esa meta propuesta, me ha dado mucha fuerza y energía para enfrentarme a las etapas que me pone la vida por delante. El abrazo al Apóstol Santiago aún me tiene cautivado y animado a regresar a verle. ¡Gracias hermanos!
Jaime y Eduardo, animaron a que todos los presentes hablaran un poco y, la mayoría me dejaron «tocado” con las palabras de apoyo y ánimo hacia mi persona, hasta mi mujer, que suele hablar en público, se animó y me emocionó un montón.
Tras el café visitamos el monasterio y de nuevo al bus para emprender el camino de vuelta. El objetivo, seguir como grupo adELAnte.