ELAborando un Blog … algún día lo publicaré

No me gusta hablar de mis «males», pero mis asesores me recomiendan escribir y publicar mis escritos, así que estoy pensando ELAborar un blog que vaya poniendo negro sobre blanco (no por ser del Badajoz), las experiencias y las emociones que acontezcan en este período que nos ha tocado vivir tan singular, emocionante y entretenido (a ver si esto me relaja de verdad).

  <—- No hay duda de esto.

Una frase que me encanta recordar por lo que tiene de verdad, y que hace referencia al ¿Por qué no me quejo de mis «males»?, es la de «si tienes más de 40 años y no te duele ná, es que estás muerto». Por tanto, cuando cumplí 40 años padecí de unas hernias discales a las que me enfrenté con energía positiva, buscando siempre las alternativas que pudieran mejorar mi estado de salud, pero sin quejarme, porque ya había cumplido 40 y estaba vivo. Cada mañana veía el día como un reto al que enfrentarme. Además, los doctores me enseñaron que mi cuerpo sería la mejor fuente de información para no ocasionarme más dolores que los propios de la lesión. La enseñanza y el aprendizaje siempre han sido pasiones en mi desarrollo profesional y personal.

Es sencillo decir las cosas, pero algo más complejo hacerlas y, sobre todo, sin ruido, con constancia y orden. Pues eso, me siento como un héroe porque las fuerzas que tengo las utilizo cada día para lo que considero de utilidad en mi desarrollo personal.

La ELA es, técnicamente, una enfermedad degenerativa del sistema nervioso que compromete la capacidad de movimiento del individuo; inicialmente produce una debilidad muscular, pero ésta progresa hacia la parálisis, afectando la autonomía motora, la comunicación oral, la deglución y la respiración. Sin embargo, se mantienen intactos los sentidos, el intelecto, la musculatura de los ojos, el corazón y las funciones de la vejiga, los intestinos y músculos sexuales. La ELA ataca las células nerviosas encargadas de controlar los músculos voluntarios (neuronas motoras o moto neuronas). Dichas células están localizadas en el tallo del cerebro y en la médula espinal, y de manera normal se activan cuando la mente da la orden de movimiento. Las neuronas motoras no tienen la capacidad de reproducirse de nuevo o de repararse, de tal forma que una vez mueren, no hay forma de recuperarlas. Así que tenemos que aprender a vivir con las neuronas motoras más resistentes y comunicarnos con el mundo con aquellas que estén vivas y sean «currantes» de verdad, moviendo los músculos que les haya tocado a cada una.

Por este motivo, mi trabajo está en evitar que las neuronas motoras mueran. Para ello son muchas las acciones que tengo programadas en mi agenda; aunque nadie me “certifique” si acierto o yerro. Por tanto, estoy asumiendo el riesgo con valentía y pasión. Sin miedo a la aventura. Es como cuando uno inicia una etapa del camino de Santiago sin saber si las fuerzas, la orografía, la climatología van a estar de su lado, de si alcanzará la meta, Ese momento, íntimo y mágico a la vez, en que miramos en nuestro interior y solo sabemos que a cada paso le sigue otro.

El sistema médico ayuda mucho a tener información de mi estado de salud; a identificar y medir los síntomas y a determinar la evolución de la enfermedad. Por tanto, estoy entregado al sistema para conocer esta información. Como he comentado antes, trabajo en paralelo con la ayuda de los amigos y la familia que han explorado mejoras en su salud acudiendo a técnicas homeopáticas o similares. Cada día que pasa y observo la estabilidad de mi salud, doy más valor a estas técnicas, aunque no pueda saber qué funciona mejor, qué doctor aporta más, cuáles de los consejos son los más eficientes. Así que tengo que guiarme por mi instinto, que es básico: voy a probarlo si no es incompatible con lo que estoy haciendo, y si no tiene efectos secundarios con los que no pueda vivir. Por ello, hoy en día estoy tomando una media de 44 productos, dosis o como se les quiera llamar, farmacéuticos y homeopáticos. No es fácil, no. Pero nos ha tocado vivir este episodio de la vida en la época de las nuevas tecnologías que hacen que podamos llevar en el teléfono móvil una aplicación que nos ayuda muchísimo a realizar un control y seguimiento de lo que nos tenemos que tomar en cada momento; y, si la cabeza me falla en algún momento, la tecnología me socorre.

No cabe duda que la afectación mayor que tengo, la que más me cuesta es aquella que estaba relacionada con mi profesión. La palabra. Ahora no puedo hablar con soltura sin parecer un «changao». Obviamente, lo que estoy haciendo para no sentirme mal con esta deficiencia, es trabajar en logopedia y ponerme manos a la obra de forma continua en mi vida diaria. Incluso me he atrevido a hablar en público ante los amigos y la familia a sabiendas de que iba a parecer un borracho. He superado, perfectamente este miedo, de tal manera que hoy en día no me cuesta hablar, aunque sepa que no suena bien mi tono, ni mi pronunciación. También es cierto que al final, la mayor parte de la gente con la que comparto el diálogo se ha solidarizado con mi situación de una manera comprometida y todos hacen un esfuerzo por comprender lo que estoy diciendo. Es como cuando viajamos al extranjero y nos interesa lo que nos está ofreciendo el «guiri»; cuanto más nos interesa el asunto o la persona que nos lo plantea, más entendemos el idioma.

Y hasta aquí la primera etapa del camino. #Adelante!!

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