Mi Camino de Santiago

Hace unos años inicié el camino de Santiago, casi sin preparación física, pero con muchas ganas, ilusión y deseos de lograrlo. Mi compañero y amigo Fernando Valbuena, consiguió que todo fuera más fácil y dotó al espíritu del caminante de unos complementos que hicieron de la aventura iniciada algo mucho más sencillo, agradable y ameno.

Compartimos la ruta senderista. Al final de cada etapa algo de patrimonio y algo de gastronomía. Tuvimos la suerte de elegir fechas de San Fermín, pasar por Pamplona y participar en ese pedazo de fiesta, incluso un día fuimos a los toros.

Del camino, solo recuerdo una dificultad: dar el primer paso de cada etapa, que consistía en organizar, pensar, buscar las rutas y lugares por los que pasar, ver el tiempo que nos iba a acompañar en la travesía, cargar la mochila con todo lo necesario. Una vez que daba el primer paso, lo demás era más sencillo, bastaba mantener el espíritu y constancia y, cada día lo conseguí.

Pongo un ejemplo de las dificultades a las que me enfrenté; vivo en Badajoz y las etapas que hacía aquí para ponerme en forma eran de dos horas sobre llano, las hacía de manera fácil y sin cansancio. Cuando inicié la etapa de Saint Jean Pied de Port a Roncesvalles, entre cuestas descomunales,  descubrí que muy poco me había aportado ese entrenamiento, pero en ningún momento me di por vencido. Aquel día logré cruzar los Pirineos, casi treinta kilómetros de alta montaña y grandes desniveles. El objetivo que me marcaba era dar el siguiente paso, llegar hasta la curva que estaba al final de la cuesta, disfrutar del entorno y compartir la experiencia con los compañeros que aparecían en el camino y no agobiarme por la duración de la etapa. Ahí estuvo el mayor aprendizaje y donde descubrí que era posible. En 5 días llegamos a Pamplona y salimos por la puerta grande como no podía ser de otra manera en San Fermín.

Visto el camino y habiendo estado a gusto, al año siguiente nos volvimos a enrolar en otras etapas, desde Pamplona hasta Logroño e igualmente disfrutando de cada paso, de cada etapa y de cada momento. Y más, sabiendo que el desnivel era menos duro que el del año anterior. Volví a disfrutar, del camino, de la vida, de la amistad y de mí mismo.

En abril de 2017 volví al camino. Esa sí que fue toda una gesta. Se suman algunos de mis amigos de la PNL, (grupo que nace hace 8 años a raíz de un curso de formación en Programación Neuro Lingüística que hicimos en ADVERTO y que fue madurando con el tiempo convirtiendo al compañero de aula en amigo de los buenos), también un cuñado y Nane Arbaiza,  otro amigo. El reto es abrazar al apóstol Santiago tras cien kilómetros en cuatro etapas. En la mochila llevaba también el aliento de mi familia y todos mis amigos.

En cada una de las etapas descubrí muchas cosas. Me he sentido muy arropado para no venirme abajo y caminar, aunque mi energía no tenía nada que ver con la que me acompañó en mi primera etapa por Roncesvalles hace ya unos años. Además, contábamos con el coche «escoba» que nos llevaba al punto de salida de cada etapa y nos llevaba a compartir mesa y mantel al final de la etapa. Y de ahí al hotel. Todo muy cómodo.

Alcanzar esa meta, tan dura para mí, fue muy emocionante y me dio mucha fuerza y energía para enfrentarme a las otras etapas que la vida me iba a poner por delante. El abrazo al Apóstol Santiago aún me tiene cautivado. Tuvimos la suerte de que el amigo Jaime Ruiz, escribió un librito de todo lo que se le vino a la cabeza en esos días que compartimos. Os dejo el enlace. https://lanovelademarco.com/wp-content/uploads/2018/08/CIEN-FRASES-QUE-NACIERON-EN-EL-CAMINO-DE-SANTIAGO.pdf

En resumen, He logrado, aún estando “changao” el objetivo de recorrer el camino y llegar a Santiago de Compostela gracias a este maravilloso grupo de amigos que nos hemos puesto el apodo: «PnLeros por el Mundo».

Amigos, muchas gracias y ¡¡siempre … AdELAnte!!

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